Ya saben que ayer perdió el Madrid. Pero parece que ganó. De una forma aparentemente incomprensible el equipo lleva superando eliminatorias de la competición más importante del mundo dejando una impresión pobre a la vez que miedo en el cuerpo. A la mitad de la población hispana esto le enfada. A la otra mitad le enloquece. A mí me fascina. Desde la mística de los años 50, hasta el mito del miedo escénico, al fantasma de Juanito ampliando el tiempo en el Bernabeu… es una organización cuyos éxitos van más allá del fútbol y en España me atrevo a decir que no hay ninguna organización deportiva de grupo que se le parezca. Hay algunos que hablan de suerte, flores, árbitros… pero esos discursos ya no tienen sentido. Esas victorias, aunque no lo sean, como ayer, se basan en algo tan difícil como “saber competir” de año tras año. Ahora la llaman ADN, yo prefiero «mentalidad», lo que fastidia a muchos y no entienden otros.
Se transmite de nuevo en la estética como vimos ayer con las imágenes de Guardiola y Ancelotti. El primero entre la histeria y la depresión, con síntomas de TLP que está tan de moda, y que no es más que miedo, frente a un señor que mastica chicle en un prado con paciencia estoica. El Madrid segrega un poder que asusta, un manto que protege. Gane o pierda. El problema es que esa forma hasta ahora no se ha transmitido, por ejemplo, a la selección nacional. Esta tiene un modelo del FC Barcelona. Si quiere conseguir algo tienen que jugar mejor que nadie y su gloria tiene fecha de caducidad temprana.
El Madrid gana muchas veces sin merecerlo, y eso que es criticable para muchos, es un arte para mí. Si todos los éxitos en la vida fueran simplemente por méritos incontestables, la vida estaría coja. Lo que verdaderamente importa son las victorias de la resistencia, los combates como Cassius Clay donde el 90 por ciento de tiempo te están machacando y la semilla de la Gloria se encuentra en la Resistencia y la Fe. Ese cultivo, tras muchos años, se convierte en ADN.