Vale, bien. Tras el puente largo de discernimiento del Dr Sánchez, de casi ejercicios espirituales, ha concluido en lo que ya sabíamos y anunciamos entre bostezos hace dos días. El pueblo azul se enfada, y el pueblo rojo se alegra porque, por supuesto Pedro se queda. Esto de ser ciudadano en blanco y negro en un país colorin, es una desgracia, doy fe. Cada vez me quedan menos amigos entre este prójimo de pensamiento de eslogan y emociones simples.
La jugada era muy sabida: aclamación popular mínima relanzada por los medios orgánicos que sirve como salvoconducto para la enésima burla de la ley. Porque en el fondo, no es que Pedro siga o no siga, el tema es que a las Begoñas de turno no se las puede procesar, ni imputar, ni siquiera tocar.
¿Algo nuevo? No, of course not, el sindicato “Manos Limpias” fue defenestrado hace 10 años por la denuncia y posible imputación de la infanta Doña Cristina por los líos con su marido. En ese momento se hizo un silencio “nacional” y el insulto al denunciante se compartía por unos y por otros. Tal fue la manipulación que dicho sindicato se desmanteló hasta que, este año, vaya, fue declarado inocente de toda culpa. Pues bien, la primera acción fue la decisión denunciar a la Begoña.
Pero el resultado es el mismo. La una por ser “miembro de familia real”, y la otra por ser “esposa de gobernante”, ambos establishment puro y duro, se quedan sin molestar. Y todo ello bajo la complicidad de un pueblo lerdo que, jugando a “la llevás tú” hace el juego a las élites. Me da pena todo; la ceguera de mis compatriotas me saca de quicio.
Porque una democracia se basa en un ESTADO DE DERECHO, y si algo tan sagrado como es la ley se vulnera por algo así como “aclamación popular”, notablemente injusta no es una democracia. Nuestro problema, cada vez lo veo más claro, es el pueblo, porque al fin y al cabo, tenemos que aguantarlo día a día.