El paraguas de Felipe ayer en Valencia, fue el Rolls de su antepasado Alfonso en las Hurdes. Los tiempos cambian pero las metáforas son eternas. Entonces se recibía al Borbón en silencio acobardado, hoy a gritos insolentes bajo un cielo nublo.
Los fieles dirán que no eran dirigidos a él, que era al Doctor Sánchez, los heterodoxos diremos que es igual, que cualquier grito a un establishment globalista es correcto. Y es que el pueblo va afinando un tono, eterno aprendiz de tenor, que aunque se líe argumentando, tiene siempre razón en sus instintos y los gritos que descubren una rabia de siglos.
El pueblo español, mudo y sordo interesado, conspirador en susurro de las barras de vermú, se va dando cuenta de que o se salva él mismo o no se salva. Y eso nos produce pavor. Personalmente nos cae bien Felipe, aunque lleve chapas de 2030, sea un inútil y firme la destrucción de su país en diferido. Y es que lamentablemente, esa es la maldición de esta tierra, sabemos que cualquier sistema es mejor que una República. La palabra sacra por excelencia nos ha sido vetada por una historia que sabe más que nosotros porque en su aplicación destila heces.
Por tanto aguantaremos al Borbón y su paraguas antes que al prójimo hispano cobijado en el “Pueblo”. Como una guardia pretoriana, entre dos males elegimos el menor, porque ya nos conocemos todos. Mientras tanto esperamos a que se nos eleve el espíritu afinando una Verdad en gargantas de barro coagulado.