Cada época tiene sus santos y sus demonios y cuánto más sectaria sea, más alabará a unos como desechará a otros. En estos tiempos que nos ha tocado vivir, hay santos ya canonizados a priori así como hay muchos ya condenados al ostracismo. Y todos por razón política, ese cáncer.

Marisa Paredes ha fallecido hoy y no cabe duda de qué es una mujer del régimen. Incontestable. Como lo fue del anterior, por otro lado. Y es que su entrada a este paraíso ha consistido en renunciar a la mitad de su carrera, posiblemente la mejor. Eso la convierte en musa a lo que se junta su altivez, soberbia y talla de madrastra de Blancanieves.

La recuerdo en “El Baile” de Edgar Neville allá en mi primera infancia y me descubrió que era una mujer diferente, como creo que no hay otra en el cine español. Entonces ya era una estrella antes de dar el salto de la escuela de las Lolas Herreras, Los Bardem y demás ralea que saltan triunfando de régimen en régimen defecando su agradecimiento en el anterior para pagar su cuota de entrada.

Ante esto, un error es comportarse del mismo modo, promoviendo el desprecio de la persona. Es evidente que a nosotros estas personas no nos dicen nada, pero hay que salvar el personaje. Un actor es relativamente fácil de salvar, pues nos engañamos con el rol que desempeñan. Yo, que en el fondo soy muy facilón, a estos rojos de salón, les salvaré por méritos no por fé, lo cual es un esfuerzo ímprobo. Marisa tenía clase natural y antipatía sistémica, dos rasgos que la hacen inalcanzable. La comparo con Nuria Espert.

Yo, desde el otro lado, rezo por la Paredes, siquiera por “El Baile” que me maravilló en otros tiempos. Por lo demás, buena suerte allá arriba.

Marisa Paredes DEP

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies