Me entero del fallecimiento de Ruphert. Ni siquiera sabía que se escribía con h intercalada. Ni menos sé los apellidos. Me sorprende la h, sonando a un Raphael del siglo XX. Divas ambas del último tercio de siglo que, en el caso que nos ocupa, fue de los primeros que cambiaron la profesión de peluquero a estilista, que viene a ser lo mismo pero con más clase. El otro fue Llongueras.

Me gustan las peluquerías. Yo que hace muchos años que no uso ninguna, pero que voy a recoger a mi madre de vez en cuando y me meto en esa intimidad de rulos y revistas con olor a lacas. La peluquería era un mero oficio, muy importante sobre todo para la mujer, hasta que se convirtió en un “estilismo”, una mezcla de política y arte. En España se diseñó la imagen de la mujer moderna con el eslogan “Ruphert, te necesito”. Frase que pasará a la historia del Régimen que fue el punto de partida de la emancipación de un tipo de mujer ocupada, que va con prisa a todos los sitios y, entre juntas y consejos de administración necesita a un Ruphert para que la ponga a tono.

Esas mujeres con pelo suelto,media melena o entera salvaje pero calculadamente ordenado. Mujeres tipo “Miuras» que se iban comiendo el estatus masculino de poder a forja de rulos. Victoria Abril, nunca mejor elegida, fue su punta de lanza mientras que Carmina Ordóñez su réplica. A Carmina, palabras mayores, sólo la deshacía el pelo quien ella quisiera cuya liberación no cabía en la imagen de un vulgar estilista, por supuesto.

Sentimos mucho el fallecimiento de Ruphert, nos queda la nostalgia de aquellas mujeres que se iban a comer el mundo allá en los años de la ilusión.

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