“El Estado autonómico es el Estado de bienestar de los partidos políticos, y para conservarlo ha tocado el Estado de bienestar de los ciudadanos”
Santiago Abascal
Voy camino de la ciudad universitaria empujado por un frío en forma de brisa nacido desde las nieves de la sierra. Sigo la ruta de estudiantes con prisa salidos de bocas de metro, camino de oz adornado de pintadas feministas, carteles de conciertos, alquilo piso, fiestas de viernes, excursiones a la utopía on the rocks. Ciencias de la Comunicación a mi izquierda, sigo a Facultad de Derecho, Filosofía en frente, Ortega y Gasset perdido al fondo, casi expulsado.
Nos convoca esta mañana el Foro Universitario Francisco de Vitoria para una de sus actividades. Es esta una asociación de estudiantes inquietos que sufrió unos meses un ataque brutal a su sede por un grupúsculo de maleantes de izquierda, tras esas manifestaciones efervescentes de tolerancia, solidaridad, en fin.
El protagonista es Santiago Abascal, que en calidad de presidente de la Fundación DENAES – Defensa de la nación española – viene a dialogar sobre “la reforma del modelo de Estado”. Me dirijo al Salón de Grados en un ambiente muy tranquilo, recordemos que en Sevilla Santiago no pudo realizar su conferencia impedido por los baluartes de la pluralidad y el decano de turno, teniendo que improvisar en pasillos y en hoteles. Aquí en Madrid el decano anfitrión no ha prohibido este acto pero se ha excusado de la presentación como nos dice tímidamente la vicedecana con coro de carraspeo irónico de gargantas estudiantiles.
Abascal y lo que representa está poniendo nervioso a mucha gente y cada acto realizado provoca nerviosismo, está claro. Sin ir mas lejos, en mi pueblo, la capital de La Meseta el alcalde León de la Riva (el único político al que voto, por cierto) se pasó de listo contraprogramando un acto de Santiago cuando nos visitó hace semanas. Le salió rana a Don Javier y 50 cachorros populares tiraron el carnet para afiliarse a VOX.
La sala está a tres cuartos de entrada, lo cual está muy bien porque es inmensa. Preside un retrato del representante de la casa de Borbón en España flanqueado por banderas. Tras la bienvenida excusada de la vicedecana comenzamos escuchando una introducción repasando la historia de España desde tres episodios “que serían motivo de grandes producciones cinematográficas en cualquier país”: la reconquista, la evangelización de América y la guerra de independencia. Aquí no hacemos producciones sobre eso porque hay un vergüenza de la historia, una negación cuya última etapa cristaliza en el 98 con la pérdida de los últimos restos del imperio dando comienzo a los nacionalismos y una España bipolar y enfrentada con diferentes etiquetas que culmina en una contienda entre “una izquierda internacionalista y una derecha que patrimonializa lo nacional”. Tras ese paso nos encontramos con una Constitución donde se ha intentado “integrar a los que no se quieren integrar” en palabras de Julián Marías hasta llegar a una situación de crisis que nos absorbe.
Se detiene Santiago en una frase que me eriza la piel cuando comenta que su amigo y padre de la patria Gabriel Cisneros le reconoció que “el título VIII de la Constitución se hizo al dictado de ETA. Aclarando que esto no quiere decir que ETA lo dictase literalmente por teléfono sino pensando en la desaparición de ETA”. Vemos que así el inicio del juego ya está marcado desde los márgenes y en consecuencia el mal llamado bipartidismo – “en España mandan cuatro partidos” – gestionan un Estado al que el ponente califica como ineficiente, costoso, liberticida y antinacional.
En este panorama desolador donde lejos de conseguir integrar a los nacionalistas, el cáncer separatista se ha extendido al conjunto de España – hasta llegar al surrealismo esperpéntico de la “realidad nacional andaluza, la desaparición de los topónimos provinciales, e incluso la nueva dialéctica que ataca términos como “españolismo” y que comparten personajes como Feijoo o Piqué –
Se trata de buscar soluciones al caos y he aquí que de DENAES pasamos en un salto sutil y elíptico a VOX para describir una propuesta entre el inmenso espacio que va desde el “autonomismo del PP al federalismo socialista”. La propuesta nueva de un único parlamento con un tribunal no politizado haciendo un estado, en fin, centralizado desde la desaparición de las autonomías.
Todo suena a sentido común, pienso. Claro, bien expuesto, sin estridencias ni revoluciones. Lo explica pausado en una exposición ágil y tras el aplauso se levantas numerosas manos con preguntas inquietas que quieren saber sobre sus actitudes personales y experiencia en política en su tierra con protección policial “en listas donde no quería ir nadie y fui porque me lo pidió mi padre”. Su paso por el PP, donde defiende la política antiterrorista realizada por Mayor Oreja y la ley de partidos. La opinión del problema catalán donde se recuerda la República y el discurso de Ortega reafirmando que “en Cataluña hay que cumplir la ley y la constitución desde el artículo 1 hasta el final pasando por el 155 aplicando un mensaje mas emocional más allá del materialismo de Rajoy”.
Abascal se reconoce como católico no practicante y recuerda a Gustavo Bueno – presidente de honor de DENAES – como ateo-católico , ante la pregunta de un estudiante sobre el catolicismo como elemento identitario.
El debate es fraternal, acogedor, clarividente y llega a su fin como en un suspiro. Abascal comunica bien ante el entusiasmo de las preguntas. Yo solo le había visto en mítines homenaje a las víctimas y creo que un líder se está fraguando a marchas forzadas a base de explicar algo que no es mas que el sentido común de lo que está pasando, una auténtica VOX de la conciencia.