«No importa si eran coptos, católicos, ortodoxos o luteranos. No interesa, la sangre es la misma y son mártires de todos los cristianos» – Francisco
21 cristianos coptos han sido decapitados este fin de semana por el Estado Islámico. No es nuevo. Estamos en octubre de 2011: Irlanda quebraba y mientras Europa celebraba la supuesta primavera árabe, callaba ante la ejecución de otros 28 cristianos que se manifestaban en Egipto. En ambos casos, 4 años después, estos sujetos siguen sin ser noticias para una Europa agonizante desde el establishment hasta las cloacas. La “Europa Charlie”, que se moviliza cuando les interesa a los organizadores del baile, calla ante esta invasión cada vez más cercana, desde fuera y desde dentro.
En 2011 estaba yo en Dublín y participé en una manifestación donde casualmente se unían los dos grandes bloques que irían a protagonizar los primeros capítulos del siglo XXI: la persecución religiosa avisada desde fuera y la corrupción económica denunciada desde dentro. En un momento determinado ambos movimientos se juntan en las calles para saludarse uniendo puños y cruces. Este es el recuerdo y el homenaje a las víctimas cristianas.
DE PARNELL SQUARE A MERRION HOTEL
Mr McGuinness posa sonrojado en un poster excesivo en la fachada principal de la sede del Sinn Feinn. Observa a un grupo de gente despistada deambular por los alrededores con pancartas sin rumbo. Les pregunto dónde empieza la movida pero vienen de Cork (sur de la isla) y solo saben que es a la 1 o’clock. Me aparto y pregunto a una chavala con gafas de pasta y pelo lacio con periódicos de los Socialist Workers – los organizadores de la marcha –y me confirma que es un poco más al norte.
Paso al lado del Gate Theatre – veo que ponen Mujercitas esta Navidad – y al lado del Garden of Remembrance, en su perpetuo homenaje a los Caídos, un tono rojo protestatario de banderas indica la reunión. Hay poca gente, son mayoría veterana junto con niños que vienen a criticar el recorte del 10% en las pensiones y la exigencia de austeridad desde una élite que sin rubor sigue reclamando bonus sin asunción de responsabilidades. Es esta una marcha cuya idea es dirigirse al Marrion Hotel, enfrente del Departamento de Finanzas, donde los representantes de la UE y FMI han venido para debatir el plan para la isla. Es una manifestación independiente de los llamados “indignados” de Dame Street, ese grupo de jóvenes que deambula con sus porretes entre tiendas de campaña que forman avenidas virtuales de utopías junto a callejones de orgasmos múltiples.
La mañana fría y nublada se empieza a calentar al son de los tambores de un grupo de músicos mientras un hombre afina su voz en el micrófono para la correcta entonación de eslóganes. Se reparten carteles, se despliegan pancartas y todos en formación bajo la mirada de apenas media docena de “gardas” se comienza la marcha.
O’CONNELL STREET
La gran avenida de Dublín se cierra al tráfico para dejar entrar al grupo. Un policía alto al frente de la marcha dirige el camino con paso cansado y estela de un hombre “solo ante el peligro”. La presencia policial tras un primer reconocimiento visita se ha vuelto baja y no se prevén problemas. De hecho más que una protesta, parece una procesión familiar.
Las estatuas de los revolucionarios irlandeses y el Corazón de Jesús escoltan en silencio a unas 300 personas uniéndose así los mártires del ayer con los quebrados de hoy para desembocar juntos al O’Connell bridge, el único puente del mundo que mide más de ancho que de largo.
SE UNEN LOS “INDIGNADOS”
Los llamados indignados que han estado acampados frente al banco de Irlanda se unen en manifestación a la cola del grupo, son pocos, más jóvenes y parece que vienen de juerga, hay una diferencia de calidad entre ambos grupos. En las cercanías de Grafton Street los turistas ignoran por un momento el escote a Molly Malone y enfocan con sus cámaras a la masa que se siente protagonista al pasear entre humanos.
Los eslóganes se animan coreándose entre ritmos tipo “Full-Metal-Jacket” donde el sargento en este caso es un chaval de los Socialist Workers con aspecto desnutrido y gótico.
PUÑOS Y CRUCES
Al pasar por Kildare Street, a la altura del Parlamento un coro distinto hace eco a la marcha. Un grupo de 150 cristianos coptos de Egipto residentes en Irlanda se encuentran protestando contra el asesinato de 25 mártires este fin de semana. Ambas manifestaciones se saludan, se paran y sus gargantas adoptan un grito común de solidaridad contra el genocidio.
Un portavoz del grupo contra el FMI toma la palabra para mostrar su apoyo a los coptos y son respondidos por los egipcios en clave de aplausos y abrazos.
Seguimos la marcha para Merrion square y de ahí ya directamente a los Government Buildings. El recepcionista del Merrion Hotel donde se alojan los prohombres mira con curiosidad a la asamblea. El hombre viste con sombrero de gala y abrigo de zar Ruso, como los mayordomos de élite o un estrafalario aristócrata. Unos policías le acompañan en la escalinata del hotel por si acaso alguien se acerca a tomar un té al bar. Las pancartas se sujetan en las barras negras que protegen uno de los lugares más caros de Dublín donde se cobijan los tecnócratas en su charla sobre 67 billones de una moneda en quiebra.
Acordes de música gaélica se abren ante un cielo que empieza a amenazar lluvia para introducir la palabra de una mujer que pregunta al viento porqué sus hijos no pueden ir al colegio este trimestre al haberse cancelado una línea de autobuses.
El resto se sienta para escuchar en silencio, el cielo se abre y unas gotas comienzan a caer. Mi cámara no da más de si ni yo tampoco. Los discursos se acaban las pancartas se recogen y la procesión se acaba en armonía.
Miro el reloj, que me indica que es exactamente la hora tomarme una pinta al cobijo de O’Donoghues.
¿Hoy no hay quien sea copto?
Pues yo sí, yo hoy me siento copto, cristiano, hermano en la fe,
Nuevos mártires que sumar a la Iglesia de Cristo.
Requiem æternam dona eis Domine et lux perpetua luceat eis.
Pater noster…
Requiescant in pace.
Amen.