Cruzar la acera es aparecer en otro siglo donde reina el perfil severo de La Chata, infanta de España, cuya sombra imponente explota el blanco del monumento.
Apenas pasan coches a estas horas; en este lado del Paseo hay una calma chicha que comparte el murmullo de familias agigoladas declarándose frases hechas junto a maldiciones de vagabundos en monólogos sordos. El único movimiento se genera por camareros uniformados que desfilan entre refrescos.
Nuestra conversación comienza a desvelar recuerdos de otro paseo, de aquel primer Paseo, el iniciático, donde entre los cielos del teleférico y el pavimento de la terraza terminamos descubriendo las primeras verdades.
Son gritos de dolor y venganza, lamentos in crescendo. Todo desde el ocaso del inmenso Egipto madriles que reposa en el Templo de Debod. El azulado de la noche se funde en negro de etiqueta y nos hacemos sitio entre una multitud expectante.
A mi derecha, el grupo de cortesanos, raza maldita, acaba de ser expulsado del centro escénico para cambiarse de ropa en un palacete improvisado mientras atrona una ovación de auditorio entregado a nuestras espaldas.
La audiencia ofrece atención y silencio ante los nuevos acordes oscuros. Un trato de muerte se está realizando ante nuestros ojos y sabemos que terminara mal. El tono se nubla, la tensión aumenta, la muerte aparece y el silencio enlutado se viola asombrado ante una cancioncilla del Duque. Tras recordarnos que la donna e moble qual piuma al vento nos confirma que la muerte se vuelve a equivocar de posada.
Descubrimos, una vez mas, que siempre morimos los mismos y que los mismos siguen sobreviviendo. Acompañamos a Rigoletto descubrir el cuerpo atónito de una muchacha que ya solo aspira a ver a su madre allá en el Cielo, esa única esperanza de los caídos del mundo.
Una explosión de aplausos anuncia la celebración del arte y de la estilización del dolor.
Nos levantamos con dificultad en las rodillas y comenzamos la vuelta a casa entre las sombras de una noche abrasada donde el calor persiste, la luna ríe y el dolor ha adquirido sentido.
Qué alegría que tengas tu sitio
en el bonito Madrid,
me haces pasear por las calles
de esta ciudad magnífica,
un abrazo
Muchas gracias y bienvenida, Teresa. Estas en tu casa.
Espero sigamos paseando juntos en estas calles virtuales de literatura y afecto.
Cheers
¿No sería por ventura el Maestro Kraus el protagonista de esa función?