Erase Madrid a las cuatro de la tarde entre semana. Se da una clase de cartografía en la Universidad Camilo José Cela con Covite. En la pizarra, presenta la sesión Consuelo Ordoñez a un grupo de alumnos aplicados que hoy toman la batuta para enseñarnos mapas con Memoria o quizá Memoria con mapas. Mapas vivos para memorias amnésicas, en todo caso.
A mi lado, en los pupitres de atrás, atienden alumnos fieles, que son los de siempre: la España irreductible que no se cansa de aprender en aulas alternativas, ni descansa ni a la hora del siestón – la hora de la clase ya es metafórica – Es un aula magna hoy vestida de clase de antaño, presidida por una pantalla que nos muestra un mapa virtual y eterno de un Madrid de puntos rojos como pétalos de sangre. Mapa reaccionario, por cierto, en una patria sin brújula que hoy se pierde entre tantos otros mapas proscritos, inventados o cuarteados, que son parte de enseñanza obligatoria en tantas partes del territorio. Ésta tarde, sin embargo, se nos presenta la segunda parte del atlas mas verdadero, por más doloroso, al reflejar la verdad de lo que es la piel de toro en sus dos hoyos de agujas donde se muestras las huellas encarnadas que han dejado el rejón de muerte del terrorismo. El del País Vasco ya estaba hecho y hoy se presenta el de Madrid.
Rutas de pétalos que, del dolor de ayer y la indiferencia hoy, se hacen camino a la memoria para el idioma virtual de los más jóvenes. Mapa sagrado que, desde cada caricia de cursor abrirá una historia para que al espectador le sucederá lo contrario que aquel protagonista de «El tercer hombre» que, desde la altura frígida y cínica de lanoria deshumanizaba en la distancia porque eran solo puntos y no hombres y mujeres los que se movían abajo. No, aquí, en este aula, la virtualidad se hace carne y sangre a golpe de click mostrando calles, datos, fotos, audios y hemerotecas, para terminar mostrando a personas.
Porque de eso se trata, de mostrar el verdadero rostro de la España en gesto de foto para, gráficamente, manufacturar eso que, en esta tierra de nadie a las 4 de la tarde de miércoles, se ha perdido: la Memoria de lo que somos.